CON DOS DESEOS

Estimada/o amiga/o. 
   Me emociona recordar a la asociación Akafi, actualmente en proceso de liquidación. Me entristece profundamente pensar que no volveré a ponerme el chaleco naranja distintivo de la entidad. Y entrar en alguna de las habitaciones del hospital, con el respeto y cariño con que me responsabilizaba de acompañar a los menores. Voy a añorar mucho, aquellos días de intensa actividad voluntaria y el regalo de ser parte del personal del hospital Niño Jesús.
   Haré lo posible por seguir luchando por dar continuidad a mi particular compromiso con las familias, por el que he luchado durante 18 años al frente de Akafi. Me sigue preocupando el bienestar de los niños, que puedan vivir una infancia en un entorno seguro, rodeados del afecto y la complicidad familiar que necesitan. Y en la normalidad de una sociedad que les integre y acepte, en el contexto de actividades más inclusivas y respetuosas. 
    Coincidiendo con la celebración del decimoctavo aniversario de la entidad, antes de la lamentable decisión de disolución, de nuevo tuve la inevitable tentación de pensar en un deseo para la asociación, dado que el futuro se me antojaba muy complejo. No, no había tarta ni velas que soplar, tan solo desafíos y grandes metas que alcanzar. Os confieso que, me vinieron a la cabeza dos deseos. El primero, me lo guardo, por aquello que si se dice no se cumplirá. Eso sí, os adelanto que no es nada ambicioso. El segundo, no voy a dudar en publicarlo. Que esta gran familia de familias, que es Akafi, sepa mantener la fiabilidad, cercanía y la humildad en su trabajo; siendo lo suficientemente acogedora, como para que os sintáis parte de ella. 
    Recientemente, he cumplido nada menos que medio siglo. Y puedo aseguraros que, a lo largo de mis 50 años, he sido muy feliz haciendo lo que el corazón me pedía, a través de los diferentes proyectos en los que he tenido el orgullo de colaborar. La vida no me ha podido hacer mejores regalos, que el tesoro de una gran familia biológica y la que hemos ido formando a través de la asociación Akafi. De nuevo, lo de menos era soplar las velas de una tarta. Pero, me sobresaltaron aquellos dos deseos que abracé sin dudarlo. Actualmente, en la dureza de un proceso de liquidación, puedo aseguraros que estoy más que satisfecho. Ha sido un viaje increíble, todo un torrente de emociones y sueños. Un curso de 18 años, en los que no he dejado de aprender al lado de los más grandes, esos menores con los que he compartido juegos, confidencias, secretos, historias increíbles a través de los libros, el arte de las manualidades, … Pero, sobre todo, tanto cariño del sincero. Un amor repartido, también hoy en el cielo, entre aquellos que siguen en mi corazón, pero no puedo ya abrazar. 
    Estar al lado de las familias, me ha movido mucho por dentro. Me han enseñado a ser más empático, a no dejar de practicar la escucha activa, a poner los pies en el suelo y ser agradecido en la vida. En definitiva, a ser mejor persona. He crecido en lo profesional y en lo humano, con ellas. Y, por supuesto, no voy a dejar de mencionar a tantas compañeras y compañeros que, desde el voluntariado, me han acompañado en el viaje. Llegué a ser algo exigente, tal vez bastante, con ellas y ellos. Me tomaba muy en serio dar cobertura a toda la actividad de Akafi. Hoy puedo decir que les estoy muy agradecido. Por todo lo que me han aportado, porque el aprendizaje también comienza en el momento en que debes trabajar en equipo, en nuestro caso, en familia.
     He asimilado el regalo que ha sido vivir el viaje más increíble de mi vida. Sentirme orgulloso de todo lo que hemos avanzado; del estatus al que hemos llevado el chaleco naranja; de habernos convertido en esa familia de familias que soñábamos; por habernos hermanado con grandes entidades y haber gozado del apoyo de tantos profesionales del Niño Jesús y de la unidad de cuidados paliativos pediátrica de Madrid. Con eso me quedo. El esfuerzo mereció la pena. El sufrimiento en los momentos más duros y el cansancio cuando ya no me daban las horas al final del día, también. 
      Hoy, mantengo la ilusión de seguir fiel a mi vocación de servicio. Aquellos deseos, dibujaban un futuro maravilloso para la entidad. Hoy son la luz de un pasado inolvidable junto a los niños. Quizás me falten respuestas para aventurar el que será mi nuevo proyecto de vida, pero dejar que siga reconfortado por aquellas codiciadas sonrisas infantiles.
      
Carlos Viadero Amor
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